lunes, 10 de diciembre de 2012

Celestina

Celestina Jara y Ricardo Coyipé, en una foto de hace un mes
Vengo de un hermoso festival en el Piletón... Mucha alegría, mucho baile, mucho tambor. Hecho desde abajo, a pulmón pero a pulmón en serio, autogestivo y "sin patrón": sufrido, sudado y gozado desde la autonomía de las voluntades. La gorra junta billetes para l@s artistas y para ayudar a bancar el sonido... Hay feria de dulces, publicaciones, cds... Faltan algun@s que hoy no podían, vinieron otr@s que hoy se sumaron... Hay querid@s amig@s artistas que hoy están como "público". Hay mucho abrazo, eso, mucho abrazo. Qué lástima no poder quedarnos hasta el final, mi amor y yo tuvimos un largo día familiar y mañana otra vez a madrugar. "¡Qué lindo ustedes siguen juntos!- me dice alguien que no me ve hace mucho-, se ve que Celestina hizo las cosas bien". Me río, el nombre Celestina me recuerda a los años de facultad, por más de una razón.


Llego a casa, encuentro en TV algo que a simple vista es una fiesta parecida aunque a escala mucho mayor: arte en la calle, tambores, baile, gente abrazada... Pero no, esto parece ser otra cosa: es como un alegre monólogo del poder... y sus nuevos apoderados. Es una alegría desde arriba, la fiesta de los unos -no de los otros-; una auténtica superproducción del poder que les "devolvió la ilusión" a muchos y muchas... para quitársela a otros tantos y tantas, menos visibles, más sacrificables. Pienso en las patotas estatales y paraestatales golpeando ayer no más en Tinogasta, en Bariloche, en Chilecito, en Rawson, en Jujuy, en Riarte... Mientras miro en TV la fiesta de un modelo de gestión estatal que desarrolla matando (de varias formas) y niega a sus víctimas, y sobre la negación, festeja. Un modelo que hoy (y aquí la noticia funesta e invisible), precisamente hoy, ha sumado otra muerte en la Comunidad Navogoh, en Formosa, muy lejos de la "fiesta de la democracia y los derechos humanos".


Celestina Jara, atropellada junto a su familia en la ruta 86 por un paisano del lugar conchabado de gendarme y orgulloso de ser verdugo, murió esta tarde en Misión Tacaaglé. Su nietita Lila, de menos de un año, fue trasladada "muy grave" a Formosa capital. Su esposo Ricardo, quien no olvida los golpes de la policía de Formosa hace dos años, cuando mataron a Roberto y Mario López, ahora "teme ir al hospital". Desde hoy, el nombre Celestina me recordará algo más que mis años de facultad y este domingo en el Piletón. Y probablemente nadie dirá, ni desde Presidencia de la Nación ni desde ningún medio "hegemónico" de ningún color, que a Celestina Jara la asesinó el Estado argentino.



Estas líneas fueron escritas anoche, al volver del Piletón. Ahora, al momento de subirlas al blog, me entero de que la pequeña Lila murió este lunes al mediodía en la capital de Formosa. Es demasiado.


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