Dido y Eneas Ana: - ¿No deseabas que Eneas se fuese? Y ahora que él te lo propone le haces toda una escena.
Dido: - Que se vaya, pero no sin remordimientos.
Eneas y Dido Eneas estaba dispuesto hasta a casarse con Dido. Pero tuvo que abandonarla porque ella le exigía lo único que ningún hombre, aunque sea un héroe, es capaz de hacer: volver a amar a la mujer a la que ha dejado de amar.
Pobre Amalia y Eduardo En otras circunstancias, Amalia no habría amado a Eduardo. Pero entendió que amarlo era una manera, la única a su alcance, de contribuir al derrocamiento de don Juan Manuel de Rosas.
Parsifal y KundryLo inaguantable de Parsifal, para Kundry, es que no satisfecho con amarla pretenda, además, redimirla.
Peleas y Melisenda Aun sabiendo que sufrirán, aun adivinando que se destruirán y morirán, se buscan porque se necesitan. Me pregunto si también se aman.
El Cid y Jimena Se amaron después de tantas dificultades que en el lecho nupcial les pareció que amarse no valía gran cosa.
Fausto y Margarita Mefistófeles enseguida se dio cuenta de que Fausto era un pobre diablo porque la experiencia no le servía ni siquiera para poder pasarse sin Margarita.
Hamlet y Ofelia Cuando descubrió que también ella lo amaba, la despreció: necesidad, para Hamlet, de un amor que no se rebaje a la reciprocidad.
Alejandro Magno y Rojana, o el matrimonio ideal Él le hizo creer que había conquistado Persia sólo para conquistarla a ella, y ella le hizo creer que lo creía.
Ulises y Penélope Toda la Odisea, con sus viajes, sus naufragios, sus Sirenas, sus hierbas mágicas, sus animales salvajes, sus palacios misteriosos, sus aventuras y desastres es, para Penélope, una inútil y tediosa demora en sus amores en sus amores con Ulises.
Abelardo y Eloísa, o los amores espirituales Abelardo estaba convencido de que su amor por Eloísa era antes que nada espiritual. Pero después que lo mutilaron ya no la amó de ninguna forma.
No hay piedad para el Jorobado de Nuestra Señora de Paris Por duro que sea, Quasimodo debe comprender que su casto amor, a los ojos de Esmeralda, cobra la horrible apariencia de la lujuria.